martes, 20 de noviembre de 2007

Mar calmo y tripulación serena

Me voy a tomar el atrevimiento de copiar a Jacques Sagot con su columna de opinión del sábado pasado, representa muy bien lo que pienso de los del NO y su partido principal, El PAC



http://www.nacion.com/ln_ee/2007/noviembre/17/opinion1319014.html

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Jacques Sagot |

Mar calmo y tripulación serena

 Falta de respeto contra la voluntad mayoritaria de un pueblo

Sobre las perniciosas categorías de "ganador" y "perdedor" debe, en lo sucesivo, decretarse una moratoria por tiempo indefinido. Todavía hace una semana sentí que la reactiva actitud del PAC representaba una falta de respeto contra la voluntad mayoritaria del pueblo costarricense. A ver: 3,2 % de ventaja no es una diferencia abrumadora, pero no se engañen, señores: es una diferencia significativa. A decir verdad, es la mayor diferencia en sufragio alguno que se haya celebrado en Costa Rica desde la elección Arias-Calderón en 1986.

Mi percepción de los hechos no podía ser menos que crítica: ¿por qué no dejar a la actual administración gobernar? ¿Por qué habría el PAC de amarrar la gestión de un gobierno elegido popularmente, e insultar con ello la capacidad de discernimiento de ese pueblo que pretende representar? Nada podría ser más saludable, dentro de un régimen parlamentario, que ese sistema de contrapesos que permite que las voces de las diferentes tendencias políticas se equilibren a través del debate y la negociación. Pero entre eso y formar una barricada parlamentaria hay una gran diferencia.

Rencor y furor. Pero mi sentir ha cambiado, y me llena de satisfacción poder decirlo. Hay dos monstruos que comienzan a atemperarse: por un lado el rencor, por el otro el furor triunfalista. "Humano, demasiado humano", hubiera dicho Nietzsche. De acuerdo, pero estamos hablando de emociones que deben ser contenidas con bridas firmemente empuñadas y evitando a toda costa el belicoso ritmo del galope.

Basta ya de falsa lógica, la que se pretende eminentemente racional, pero realmente descansa en el magma de la emoción pura.

Primera falacia: la mayoría no es "la masa", manera derogatoria de aludir a quienes han aunado sus voces en una voluntad común.

Segunda disonancia: por favor, no más visiones acomodaticias de la realidad. He aquí a lo que me refiero: si el NO hubiera prevalecido, el discurso habría sido: "Dando una lección de madurez política y con ello un ejemplo al mundo, nuestro pueblo, fiel a los principios inmarcesibles de nuestra democracia, ha dicho NO a las fuerzas dabadá, dabadá, dabadá". (Bravos y vítores de tarima enronquecida).

"Derrotados" sublimes. Pero como medró el SÍ, el discurso se transforma en lo siguiente: "El pueblo, víctima de la propaganda masiva y de las tácticas del terror utilizadas por la maquinaria globalizadora, ha vuelto a equivocarse: la desinformación y la mentira han confundido a muchos costarricenses, pero nosotros estamos aquí para defender a los sectores que bla, bla, bla". (Caras de mártires de la resistencia, de "derrotados" sublimes).

¡Por favor! ¿Qué creen quienes así piensan? ¿Que la gente es idiota? Entonces, resulta que, cuando la mayoría está de mi lado es "un modelo de madurez política", cuando no está de mi lado es "un pueblo amedrentado que careció de criterio en un momento definitorio de la historia patria", ¡qué comodito, qué burdamente retórico, todo esto! Decidan, señores, porque un pueblo no puede ser maduro e imbécil al mismo tiempo.

Tercera aberración: la falacia "por conclusión desmesurada", esto es, un error inductivo que se comete cuando, a partir de ciertos datos, llevamos la conclusión más lejos de lo que estos permiten. Por ejemplo, decir: las mayorías han probado equivocarse en el pasado. De ello se sigue que nunca hay que confiar en su criterio. Pues, ¿saben qué?, resulta que las mayorías han estado en lo cierto mucho más frecuentemente de lo que han errado, porque de lo contrario la humanidad –cuyo destino ha estado determinado por mayorías desde la Grecia antigua– sería hoy un montón de escombros y un universal fracaso (punto que no podemos sostener sin caer a la vez en otra falacia: la hipérbole).

Quinto error: la falacia de la casuística: rechazar una generalización alegando excepciones aisladas: ¡Mirá el desastre del ascenso al poder de Hitler: eso es lo que pasa cuando se le confiere tanto poder a las mayorías! No, no, no. Esta es una manera de llevarse el debate concentrando la atención en los aspectos que solo al adversario convienen (los casos particulares). Fácil argucia, porque nunca faltarán los árboles que vayan a contrapelo de la orientación general del bosque. Esta falacia se combate distinguiendo entre las excepciones y la regla: la mayoría no es una mole acéfala que yerra siempre, por principio, de manera ineluctable. Mil veces ha optado con lucidez excepcional, con profunda conciencia política, y con una sorprendente intuición del futuro de su país.

Caída en la canallocracia. La mayoría es nefasta solo si se vive en un país de gente profundamente envilecida. En este caso caemos en una canallocracia. Quienes dudan hoy en día del discernimiento de nuestra mayoría sugieren implícitamente tal cosa. La mayoría se constituye en dictadura únicamente en el seno de un pueblo inculto, desinformado, intelectualmente indigente e ideológicamente sobornable. ¿Somos eso los costarricenses? Ciertamente no. Entonces debemos hacer una acto de fe y creer en la inteligencia colectiva de la mayoría.

Más, mucho más que los diputados del SÍ, los del NO tienen hoy la oportunidad de dar al país una histórica lección de racionalidad, de flexibilidad ideológica, de respeto y buena voluntad. Tengo la certeza de que no la van a desperdiciar. Creo en ellos, en las muchas mentes brillantes que se cuentan en sus filas. Las decisiones en plenario de esta semana me hacen sentir orgulloso de su capacidad de convergencia en nombre de un país que pide a gritos unidad de propósitos y de actitudes. Para todos ellos, mis respetos.

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